Óscar Collazos, el necesario compromiso del escritor
| Por Jorge Urrutia | El autor colombiano dejó una amplia obra narrativa compuesta por 18 novelas y 7 libros de cuentos, además de una amplia serie de trabajos críticos. | El País Internacional | 18 mayo 2015 | Una llamada nos encogió a los que compartíamos almuerzo en la casa bogotana de la periodista María Cristina Alvarado. El teléfono había traído la noticia, que enseguida se reveló errónea, de la muerte de Óscar Collazos. La novelista colombiana Consuelo Triviño, que compartió plató de televisión con él; la también novelista, argentina, Silvia Míguez; el periodista de El Tiempo y narrador colombiano Arturo Guerrero, y yo mismo sentimos el paso de un viento frío que llegaba al coqueto apartamento del norte de la ciudad. Comentamos la grave enfermedad que invadía a Óscar, sus deseos de esperar a la hija antes de que lo desconectaran de una vida que ya comprendía inútil e insalvable, su valiente despedida desde la columna de prensa que aún sostenía. No hubo que esperar ni siquiera una semana para que se helase aquel viento frío.
La primera noticia que yo tuve de Óscar Collazos fue en los años setenta, cuando trabajé con su libro Los vanguardismos en América Latina, publicado en Barcelona, ciudad en la que el autor colombiano residía después de haber dirigido el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, en La Habana. Luego de distintos viajes y estancias en diversos países, se instaló en Cartagena de Indias, donde tuve ya ocasión de conocerlo personalmente. Su rostro accidentado mostraba una seguridad en sus convicciones y escondía una amabilidad sin límites.
Collazos ha dejado una amplia obra narrativa compuesta por 18 novelas y 7 libros de cuentos, además de una amplia serie de trabajos críticos. Su narrativa quiso instalarse en una posición comprometida que puede considerarse posterior a la renovación del que por los años sesenta y setenta se denominó el boom. La violencia que ha marcado la historia de Colombia centra sus preocupaciones y temas, a la vez que busca sus conexiones con la política y la sociedad en las manifestaciones más cotidianas o festivas. Destaca Rencor (2006) o la última, de 2013, Tierra quemada, terrible metáfora de un mundo cruel e irredento.
Pero lo más significativo de la obra y la postura ideológica de Óscar Collazos fue la polémica que sostuvo en 1969 y 1970 con Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, que aún está en el centro de los estudios latinoamericanos, se cite o no. Defendió en un artículo el necesario compromiso del escritor perteneciente a países tan crispados e injustos como los del llamado Tercer Mundo y de Latinoamérica en particular. En La encrucijada del lenguaje denunciaba la huida de la realidad que percibía en los cuentos de Julio Cortázar, lo que no dejaba de recordar las críticas que el peronismo dedicase en su momento a Jorge Luis Borges. Cortázar le respondió que la novela revolucionaria no es solamente la que desarrolla un tema revolucionario, sino la que procura renovar, revolucionar, los propios procedimientos narrativos. La postura del argentino remitía a los comportamientos de las vanguardias históricas y su convencimiento de que si no se renuevan los lenguajes resulta imposible expresar nuevos conceptos. Mario Vargas Llosa apoyó inteligentemente las opiniones de Cortázar. Se cuestionaba, pues, por los tres autores, los conceptos de realidad, de testimonio y de compromiso. Pero también otro mucho más volátil, como es el de la validez de los modelos europeos para la totalidad literaria. Todavía la crítica latinoamericana sigue dándole vueltas a los mismos problemas, a través de planteamientos como los del poscolonialismo u otros. Al fin y al cabo, se trata de saber si lo que importa es la realidad o el efecto de realidad. Una cuestión teórica, es verdad, pero que resulta trascendente y que, además, definió una fisura generacional. Los novelistas del boom quisieron salir de una literatura que temieron provinciana a través de la investigación formal. Sus herederos pensaron que esa experimentación alejaba la literatura de los lacerantes problemas de la sociedad.
Como suele ocurrir, la aparente contradicción se salva por la capacidad de escritura y Óscar Collazos unió su saber hacer con una coherencia personal, una elegancia y una entrega que le han granjeado el respeto, la admiración y la amistad de sus lectores. Jean Paul Sartre hubiera dicho que solo por el convencimiento del presente se alcanza literariamente la trascendencia. Es el caso de Óscar Collazos.